Más allá de la curiosidad


Imagen de "El principito"
Miramos a las estrellas y no podemos dejar de preguntarnos ¿qué hay ahí?.  La curiosidad es una característica inherente al ser humano.  Necesitamos entender por qué, para qué, cómo… Y cuando muchas preguntas no encuentran respuesta nos frustramos. Sí, las fronteras de nuestro conocimiento nos causan estrés.  Un estrés que a veces se traduce positivamente, empujándonos a seguir buscando e intentar encontrar respuestas, y que, en otras ocasiones, al no encontrar respuestas optemos por inventarlas. Y es que, a veces, preferimos creer que hay alguien ahí velando por nosotros, a asumir que no tenemos ni idea de lo que va a pasar ni de lo que pasó.

Desde muy antiguo hemos atribuido poderes, intenciones y voluntad  a la naturaleza y a seres superiores; seres que se convirtieron en dioses; o en algunas religiones, en un sólo ser: Dios. Un ser todopoderoso; tan listo y bueno, que un día se le ocurrió crear un universo ordenado, creó el tiempo y desarrolló las leyes físicas. Además, creó estrellas y, cerca de una muy particular, a una distancia prudencial para que no se quemase, puso un bonito planeta azul. Creó vida en él y, como le gustó tanto su creación, hizo también al Ser Humano para que lo disfrutara y le hiciera alabanzas.

Con esta historia una se puede ir tranquila a la cama porque hay una explicación para todo, hay una razón, todo está planeado.

Pero…  ¿qué pasa cuando una se lo cuestiona?  Mi necesidad de entender la razón del mundo (universo, tiempo, etc…) no implica ni que haya una razón; ni, por supuesto, que si la hubiera, yo llegara a ser capaz de entenderla.

Y ahí es donde surge el desazón. Nietzsche anunció que Dios había muerto… -ostras, qué liada! ¿Y ahora qué?- El filósofo alemán se enfrentó al abismo de asumir que no había un padre protector y a raíz de ahí, desarrolló la idea del “super ser humano”. Nietzsche bebió de la fuente del budismo y en su filosofía Buda está presente.

Y no nos confundamos, Buda no es un dios. Buda fue una persona, Siddhārtha Gautama, que a través de mucho trabajo, llegó a un estado de sabiduría equiparable a los dioses (hay muchos budas, o personas iluminadas en el budismo, Gautama fue el primero reconocido como tal). Entre las muchas enseñanzas de Buda, encontramos frases como:

no creas lo que digo, observa, reflexiona y saca tus propias conclusiones

El budismo reconoce en la enseñanza del propio Buda más un método que una doctrina; un método similar al método científico, en el sentido que indaga para descubrir la verdad, sin prejuicios y con total libertad para criticar o poner en duda enseñanzas o teorías del pasado. En otras palabras, lo que el budismo enseña puede verificarse de una forma esencialmente idéntica a cómo se confirma la validez de las teorías científicas.

En un discurso, el actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso, comenzó explicando cómo, hasta el siglo XVI, la cosmología budista tradicional hablaba del Monte Meru como de una montaña sagrada situada en el centro de una Tierra plana, con forma de disco, rodeada por todas partes por el mar. Sin embargo, a partir del siglo XVI, con la llegada de los exploradores europeos a la India, que traían una nueva religión y una cosmología distinta, comenzó a extenderse la idea de que la Tierra no era plana, sino redonda. Los nativos de la época ofrecieron resistencia a esta nueva idea: si era cierta, ¿dónde se encontraba entonces el Monte Meru?, en la superficie de una esfera no existe un punto central… Finalmente, la idea científica moderna acabó por imponerse. El propio Dalai Lama reía en su exposición, aceptando con naturalidad que el Monte Meru, simplemente, no existía.

Foto tomada de Iberlibro, enlace al libro más abajo

El Dalai Lama, además de ser el líder espiritual del Budismo Tibetano y dirigente de la Administración Central Tibetana en el exilio, es también una persona con muchísima inquietud indagatoria y un profundo interés por la ciencia y la tecnología. Un líder que quiere que su comunidad viva en el mundo actual, por lo que es también el responsable de que en las escuelas lamaistas se haya introducido la educación científica como parte del curriculum académico. Y es que desde este enfoque vital y filosófico, la ciencia y la espiritualidad pueden ir de la mano, partiendo siempre de la flexibilidad de pensamiento. En su libro El universo en un sólo átomo el Dalai Lama expone una reflexión sobre la vida y el universo por parte de una persona muy inteligente, muy curiosa y con muchísimo sentido del humor. Entre muchísimas frases sabias, podemos encontrar la siguiente:

si el análisis científico pudiera demostrar sin lugar a dudas que determinados postulados del budismo son falsos, deberíamos aceptar los hallazgos de la ciencia y abandonar dichos postulados.

Esta afirmación refleja la flexibilidad de pensamiento que comparten tanto el budismo como la ciencia. El principal objetivo del libro es aliviar el sufrimiento humano, como el sufrimiento y el desasosiego que causa el no saber, el no entender, el sentirse microscópico...

Era más fácil irse a la cama con la primera historia, la del ser todopoderoso que nos cuida; pero la paz mental consciente exige su trabajo. Así que ahora, cuando la cabeza me está a punto de explotar al vislumbrar la inmensidad del universo, al saber que existe la llamada materia oscura y la energía oscura (nombres que les hemos puesto precisamente porque no sabemos lo que son), al pensar en la expansión ACELERADA del universo... llega un momento en el que paro, respiro, y pienso "no puedo ni imaginarlo, pero qué maravilla es poder ser consciente de ello"; y así, puedo dormir tranquila y agradecida.

Nota para Dios: si a pesar de mi escepticismo existes, creo que en tu inmensa sabiduría comprenderás por qué me cuesta tanto creer en ti, 😜


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